Llorar juntas


Ayer Martina se enfadó conmigo. Lloró muchismo. Me dijo que su papá es más bueno que yo, y más divertido...quería que jugáramos a lucha-pelea y yo a esas horas ya no tenía ganas de jugar.
En medio de sus lágrimas, pudo expresar lo que de verdad le pasaba. Me dijo que ella se enfada cuando no puede conseguir lo que quiere. Como estar conmigo. Y que desde que ha nacido la hermana no estamos juntas a solas. Lloró. Lloré. Le dije que la entendía, que yo también la echaba de menos, que ahora que la hermana estaba un poco más grande, ibamos a tratar de buscar huequitos para nosotras. Aroha se quedó dormida y nos dejó un ratito a solas, dormir abrazadas, un cuento.

Inocente de mi, o ingenua, en algún momento fantaseé que yo lo iba a hacer tan tan bien que mi hija mayor no se iba a sentir mal. Que lo de los celos era una tontería, que yo había leído mucho, y sabia mucho, y eso no iba a pasar. Incluso me creía a otras mamás que me contaban lo bien que lo habían encajado sus hijos. Ahora no me lo creo tanto, lo siento. Siempre hay pérdida cuando nace un hermano, menos si eres adulto, claro. Lo puedes llevar mejor o peor, pero desde la mente y las necesidades de un niño, siempre hay pérdida.

Ingenua de mi, otra vez, quería ahorrarle dolor a mi hija, ¿porqué?¿porqué ahorrarle dolor, si el dolor nos enseña a crecer, a curarnos, a relativizar?¿!!!si el dolor es tan valioso!!?? Me ha costado tanto acoger a mi dolor, acunarlo, mirar mi herida de frente, que quería ahorrarle a mi hija ese momento. Como si todo tuviera que ser alegría y fiesta. Como si la oscuridad no tuviera tanto valor como la luz.

He acompañado a muchas familias en el nacimiento de sus segundos, terceros, etc hijos. Las inquietudes con respecto al hermano(a) mayor. Pero todo es lo mismo, siempre. Nuestras niñas interiores heridas, nuestras heridas abiertas. La sobreprotección daña tanto cómo el abandono. La exigencia de hacerlo rebien tanto como la dejadez. No hay salud en los extremos. Nuestros hijos vinieron a través nuestra, pero no nos pertenecen. Sus historias, sus alegrías, sus dolores. Sus caminos de aprendizajes sagrados. Son suyos. Y en el camino, tanto las piedras, como las flores, son importantes.

Acunemos a nuestras niñas interiores, y dejémonos en paz.
 Dejemos a nuestr@s hij@s en paz.
En la paz de ser quienes somos en cada momento, de sentir lo que sentimos. Sin escaparnos, sin exigencias, sin juicios, sin culpa.

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