Una de engaños


Te engañé…

Te engañé más de 500 veces, y no te engañé ninguna,

De hecho te engañaba más cuando no te engañaba que cuando lo hacía

¿tanta importancia tiene?

Las cosas, todas las cosas, tiene el valor que uno le quiera dar

¿tanto te importaba?

Puede ser que entonces,

realmente,

seamos muy distintos…

Que mi cuerpo baile con otro cuerpo,

que huela otro olor

y sienta otra piel…

¿tanta importancia tiene?

Cuando te engañaba “realmente” no quedaba nada de ellos en mí,

Nada,

Un vago recuerdo,

dulce y amargo,

que se esfumaba a los pocos días,

a los pocos minutos,

Bengalas que después de brillar sólo dejan un vago olor a humo,

Vago

Olor

A

Humo…

Nada más...

Cuerpos que me hacían olvidarlo todo y volver,

otra vez,

a tu cuerpo,

a tus besos,

a ti…

y, cuando no te engañaba,

empezaban los problemas

deseos amordazados que trataban de chillar a toda costa,

dudas, incomprensiones, rechazos,

mientras los poros de mi piel se expandían hasta el infinito,

tratando de captar caricias nuevas

No,

No te engañé,

No era un engaño,

Siempre supimos quienes éramos y con quien estábamos,

A ti te gustaba el riesgo y a mi arriesgar

Y arriesgé,

Y gané,

(siempre gano)

(quizás no, pero hasta cuando pierdo, lo vivo como una victoria)

no se si te engañé,

quizás si,

se que ya no lo volveré a hacer,

que puedes dormir tranquilo,

lejos,

pero tranquilo.
...
(mio, pero inspirado en los cuentos de adúlteros desorientados, de Juan José Millás)

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